viernes, 10 de mayo de 2013

Soy Aparejador...

... o Arquitecto Técnico o Ingeniero de Edificación, como se quiera decir. Me ha llevado mi tiempo sacar la carrera, sí, pero lo conseguí. He estado ejerciendo diversas funciones relacionadas con mi titulación durante más de quince años trabajando por cuenta ajena. Una vez conseguido mi título me colegié y empecé por mi cuenta. 

La visión general de la gente es que constructores, arquitectos y aparejadores, forman parte de una especie de club pirata donde se reparten pingües beneficios de oscuros dineros. Concejales de urbanismo, técnicos municipales y profesionales sin escrúpulos son la imagen de un gremio, el de la construcción, cada día más desprestigiado. Es el mal de la generalización en el que todos caemos en algún momento.

Pues yo quiero decir algo al respecto. Un aparejador titulado en este país está muy cualificado, mucho más que en cualquier otro país. Trabajamos para poder conseguir los mejores precios, los mejores materiales y la mejor ejecución para vuestras obras. Pensamos la obra desde su inicio hasta su final, planificando cada día, cada tajo, cada oficio con minuciosidad. Tenemos en cuenta la seguridad en el trabajo antes y durante la obra. Somos capaces de improvisar soluciones constructivas válidas en muy poco tiempo que reducen costes, reducen tiempos y mejoran la calidad. Y velamos por los intereses de quien nos contrata porque en ello va nuestro prestigio.

Estamos en un mercado libre. Cada cual puede poner los precios que crea conveniente. Esto es así. Un aparejador autónomo paga los gastos de colegiación, de visado, de seguridad social obligatoria, de seguro de responsabilidad civil obligatorio, los costes de las visitas a obra... etc. A esto hay que sumar el margen de beneficio, porque yo no trabajo por amor al arte ¿o tú sí lo haces? 
En estos tiempos es difícil conseguir trabajo, lo sé, y eso está llevando a una competencia feroz que hace que aceptemos cualquier mierda a cualquier precio. Nuestra opinión es constantemente cuestionada, somos considerados un mal obligatorio y en algunos casos quien nos contrata considera que estamos a su servicio 24 horas al día 7 días a la semana. No hay dinero en el mundo para pagar un minuto de mi tiempo, pero puedo ponerle precio siempre que sea digno y justo. 

Soy un profesional, no un esclavo. Aparejador y Autónomo, así, con mayúsculas. No estoy dispuesto a vender mi profesión y mucho menos mi dignidad. Prefiero dejar de ejercer y buscarme otro oficio.