viernes, 1 de enero de 2016

Año nuevo ¿vida nueva?

El año nuevo es la gran metáfora de la continuidad. Ese efímero sentimiento de cambio que no dura más que siete días tras doce uvas justo hasta después de llevar los papeles de los reyes al contenedor azul; ese efecto mágico que la medida del tiempo hace poner el contador a cero con cualquier excusa.

Todo parece empezar de nuevo, todo son buenas intenciones, grandes propósitos. Sin embargo, tras unos días con una fe ciega en nosotros mismos llega la realidad con su irritante manía de ponerse delante de nuestros ojos a devolvernos a lo nuestro, a nuestras rutinas, nuestros kilos de más y nuestra salud de cartón piedra, a volverlo todo gris.

Nos chupa en unas horas esa potencial energía que nunca llegará a ser cinética, que ha tardado apenas once días de euforia desmedida en ponerse a tope y que se irá perdiendo paulatinamente en los próximos once meses hasta que, al llegar las próximas vísperas se recargue de nuevo con esperanzas vanas para seguir de nuevo con la misma liturgia anual.

Y mientras, seguiremos viviendo, esperando, confiando, luchando y asumiendo lo que nos depare un nuevo año entre esos dos instantes.

No obstante... ¡Feliz año!

miércoles, 15 de julio de 2015

Cruce de palabras

El Café del Mercado, centenario e impermeable a los cambios, era un sitio amplio. Situado en una esquina de la Plaza de los arrumacos tenía dos fachadas de grandes ventanas cuadriculadas y una entrada de doble puerta que invitaba a pasar. Una planta rectangular casi perfecta, techos altos con lámparas sin alardes, suelo de tarima recia con los restos de la batalla del desayuno, mesas de forja y la vieja barra de madera con encimera de mármol que siempre tenía visitantes acoplados como gárgolas. Un café clásico de los de tertulia y personajes propios.

Esa mañana entró como cada día con su andar pausado, su aspecto desaliñado pero pulcro y su periódico bajo el brazo dispuesto a echar un rato en su rincón. Respondió a los buenos días con un gesto y esa media sonrisa que parecía una mueca. Alzó la mano para pedir el primer café, puso la chaqueta en el respaldo de la silla, se sentó y colocó el periódico sobre la mesa. Nadie le había oído nunca hablar.

“Llega el final de una etapa”, rezaba el titular principal de la portada. Se concentró en la lectura tranquila y minuciosa del diario. Las hojas pasaban lentamente. Hacía esa pausa con la página en alto para terminar con las últimas palabras del artículo, le parecía una descortesía dejarlas sin leer.

“No se puede vivir de recuerdos” decía en la sección local uno de los nuevos cargos electos. El titular llamó su atención, él tenía muchos en la mochila. Todas las cosas que había vivido le acompañaban. En otro tiempo contaba anécdotas, pequeñas vivencias maquilladas por el paso de los años que relataba con ese cinismo del que sabe que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Una tras otra las páginas iban pasando. Levantó la cara del periódico y miró a la barra para hacerle una seña al camarero. Poco después saboreaba su segundo café, el que marcaba el inicio del crucigrama. Sacó su Parker Vector de color negro, ese bolígrafo había completado tantos crucigramas que parecía que en lugar de estar cargado de tinta, lo estuviera de palabras.

“3 horizontal: Nombre de mujer que rima con tu buen humor… “. Seis letras… LEONOR

“5 horizontal: Tercer mes del antiguo calendario romano…”. Cuatro letras… MAYO.

Se quedó mirando al vacío un rato mientras daba otro sorbo al café. Esas dos palabras habían activado en su memoria muchos momentos felices. Al poco de casarse fueron a vivir a Madrid. Su cuñado le había conseguido un trabajo que le permitía alquilar una habitación y vivir con cierta dignidad. En aquel entonces vivir era más fácil, no se planteaban retos a largo plazo, se vivía un poco al día. A cada sorbo de café seguía un pasaje de sus vivencias, pensó que parecía que hubiera olvidado los malos recuerdos, que había sido siempre feliz hasta que… Se le ensombreció la mirada, dejó la taza y volvió al crucigrama.

“7 vertical: Donde se cruzan Santiago con la plata…” Siete letras… ASTORGA

“9 vertical: Flores revolucionarias…” Ocho letras… CLAVELES

Malditas palabras, pensó para sí. Él, que había vivido de ellas, con ellas… y ahora le estaban haciendo viajar a momentos que creía superados. Otra vez la mirada perdida, esta vez, los sorbos del café eran cada vez más amargos. En Astorga terminó su vida laboral, fue su último trabajo antes de jubilarse. Aunque nunca dejó de resolver crucigramas. Le mantenía vivo retarse a sí mismo buscando una definición original, un giro distinto. Pero aquel 25 de abril no fue capaz de hacerlo. Leonor murió y se llevó consigo todas sus palabras. Nunca volvió a usarlas, prefirió buscar su esencia a través de las definiciones. Pidió el tercero, quería prolongar el sabor de esos recuerdos.

El ruido de la puerta le hizo levantar la cabeza. Un vestido discreto y elegante envolvía los movimientos de aquella mujer cuya mirada se clavó en la mesa del hombre del periódico. No dejó de observarla hasta que llegó junto a él.

-¿Puedo sentarme?- dijo con voz dulce. Él asintió con la cabeza.

-¿Ya es la hora?- Preguntó.

-Sí.

-Termino el crucigrama y nos vamos.

Aquellas palabras resonaron en el café, no habían oído nunca su voz. Estaban perplejos, no entendían nada, ¿a quién hablaba?… Se miraban unos a otros preguntándose qué estaba pasando, pero nadie se atrevía a contestarle.

Cerró el periódico, apuró el tercer café y dejó unas monedas sobre la mesa. Se levantó y se puso la chaqueta que había dejado sobre el respaldo del asiento. Con su andar pausado se dirigió hacia la puerta, se despidió con su media sonrisa y un gesto con la cabeza. Abrió la puerta como si dejara pasar a alguien delante de él, -Usted primero, dijo. Y se marchó.

Al día siguiente, sobre el mármol de aquella mesa de forja en la que sólo se sentaba él cada mañana, un periódico abierto, tres claveles y una taza de café que nunca se tomará. Todos sabían que nunca volvería.

martes, 19 de mayo de 2015

Carta del subconsciente

Cuatro y cuarto de la mañana camino del aeropuerto. Vas de tal manera que parece que fueras por un pasillo que se va abriendo a cada paso que das y que está formado por gente que jalea tu situación, que se ríe y te insulta. No hay nada personal en sus gestos o sus palabras es sólo una forma de desahogo.

Hay pocas cosas más desagradables que hacer algo que no quieres hacer. Y es aún peor cuando ni siquiera puedo darte una razón absurda que justifique por qué lo haces. Crees encontrar consuelo en que otras personas no tienen tanta suerte, que están o han estado mucho peor, aunque en realidad, te importa una mierda lo que les pase a los demás. Al fin y al cabo siempre has sido un egoísta convencido.

Te ves a ti mismo en un juicio sumarísimo en el que se te acusa de crímenes contra la propia dignidad. Intentas construir un alegato para ese juicio imaginario, en el que tú mismo eres juez, fiscal y defensa, que reduzca una pena capital a un simple dar pena. Al fin y al cabo, es tan fácil perdonarse a uno mismo.

Llegas a tener tan bajo el concepto de ti mismo que hasta yo mismo me veo obligado a cogerte de la pechera y pegando mi cara a la tuya decirte con rabia: "¡Tío, o espabilas o me voy a otro consciente que no sea tan pringao! Pero tú te encoges de hombros y pones esa cara que no acierto a decir si es de derrota o de resignación. Y es que es muy triste que hasta tu subconsciente piense que eres un pringao. Es más, tu conciencia me ha dicho que desde hace un tiempo te ha retirado la palabra.

Así que, cargado de maletas y vacío de sueños, esperas el vuelo que te lleve a ese patíbulo, cuyo verdugo, el amor propio, te colgará de la cuerda de las circunstancias. Las circunstancias ¿eh? qué hijas de puta. 

domingo, 17 de mayo de 2015

Líder de garrafón

Hoy me ha dado por pensar y os voy a dar la chapa. La vida es dura, lo sé. 

Creo que cada día tengo una percepción distinta de lo que es twitter. Supongo que porque leo distintas visiones todos los días. También creo haber llegado a la conclusión de que hay un elemento común en todas las cuentas con muchos seguidores.

De una manera u otra, al alcanzar un número de lectores, la lengua se suelta, la mesura se pierde y la percepción de uno mismo cambia. De repente, un tipo anodino y vulgar, se ve jaleado por miles de personas. Cada palabra que dice tiene una repercusión difícil de asimilar. Piensa que su palabra es ley, que su opinión es la única con criterio, no necesita contrastar nada, él es la verdad. 

Y entonces llegan los problemas. Se siente fuerte, se cree imbuido de una magia especial, prueba la miel del poder y se transforma. Sus seguidores se convierten en infantería, incondicionales de que otro piense por ellos, incapaces se contrariar al nuevo mesías. Gente que hace el juego sucio al líder, con la esperanza de una mención, una señal de reconocimiento, de entrar en su grupo de elegidos. 

En ese momento el liderzuelo alcanza su clímax, machaca sin piedad al advenedizo que le contraría y sus huestes completan la humillación pública. Y francamente, no sé quién es peor, si el mesías de garrafón o los abnegados súbditos descerebrados. 

Lo triste es que estas actitudes hieren, dejan víctimas inocentes cuya única intención es corregir un error, aportar un dato, ser honestos. Y se encuentran en medio de una batalla cruenta de insultos y vejaciones sin motivo, de pensamientos únicos y razonamientos porque sí. Supongo que es el riesgo inevitable de entrar en este juego. 



Hala, ya está. Me voy que se me enfría el café.

sábado, 9 de mayo de 2015

Radiografía de una arenga...

Evidentemente yo no soy escritor, escribo a impulsos, o lo que es lo mismo, cuando siento la necesidad y las ganas. Por eso me gusta twitter, no necesito pensar. Veo algo que me sugiere una frase, da un par de vueltas en mi cabeza y sale por mis dedos hacia la pantalla. En la mayoría de los casos es un pensamiento inconexo, un destello fugaz de inspiración, una idea peregrina que busca aceptación en un mar de letras en permanente fuerte marejada. Un día llegaré a saber cuál es la maldita razón que me lleva a quererlo compartir con gente a la que no conoces de nada y a la que, por lo general, le importa un carajo.


Pero a veces, las ideas tienen una talla mayor que la implacable 140 de un tweet. Por lo que no sólo debes esperar que la gente se fije en uno, sino en varios tweets, lo que lo convierte en una misión casi imposible.

Todo esto viene con respecto a un momento de ésos que tuve hace un tiempo, si bien tuvo una aceptación notable para lo que es habitual entre mis piadas, la vida al segundo de esta red social hace que el mensaje que transmites llegue fragmentado y con el riesgo cierto de que esa fragmentación difumine o distorsione su sentido. De los cuatro o cinco tweets que componen tu pequeña arenga sólo uno de ellos se lleva el premio, lo cual me parece injusto para los otros tres o cuatro, pobres. 


Esta es la sucesión que me ha llevado a escribir este post. Algo tan nuestro como arreglar el mundo en el bar, entre cañas y tapas. Y creo que, ahora que empieza la campaña electoral, vuelve a tener sentido.



Hoy en España, la población de analistas políticos supera ligeramente a la de entrenadores de fútbol.

Analistas y entrenadores, incapaces de memorizar el cumpleaños de sus hijos, pero sí sesudos análisis de otros que defienden como propios.


Siempre seremos dos españas, siempre. Porque somos incapaces de admitir postulados de quien nos rebate por ser simplemente distintos.


Esa forma de negociar del "o estás conmigo, o estás contra mí" tan mediterránea como la dieta; planteada con las tripas, no con la razón.



La razón, esa gran ausente desde que Platón, Aristóteles y Sócrates, entre otros, pensaron por nosotros para marcar un camino que se perdió.


Pero quién soy yo para pensar que no sólo hay una forma de hacer las cosas bien, que es posible equivocarse o que la fe ciega, mata.




Y este es el enlace: https://twitter.com/Genosma/status/559617942389006337

lunes, 9 de febrero de 2015

En el aeropuerto

En el aeropuerto, un hombre llega con su mochila y una enorme maleta. Se ha sentado frente a mí, en esos bancos de asientos separados en los que no te puedes tumbar. Su expresión, entre cansada y crispada, denota impaciencia. El tamaño de la maleta me hace pensar que hace tiempo que no vuelve a casa. Viste informal, vaqueros, camiseta y jersey fino... Pero sus zapatos están sucios. Son unos Camper, el diseño es inconfundible. Y la etiqueta también. El caso es que están muy sucios, como si hubiera estado corriendo por un camino polvoriento; no parecen corresponder con el aspecto general.

Se ha tomado su tiempo para colocar las cosas a su alrededor. Todo al alcance de la mano, no sea que cualquier ratero le amargue la vuelta a casa. Se ha querido poner cómodo y ha puesto los pies sobre la maleta para poder tumbarse un rato y, de repente, ha torcido el gesto. Se ha visto los zapatos. De forma tranquila, ha recuperado la postura sentada y ha recolocado un poco sus cosas. Discretamente ha puesto su maleta delante de él. De la mochila, ha sacado unas toallitas y detrás del parapeto, se ha limpiado los zapatos con cuidado, sin ninguna prisa, sólo la llamada a embarcar le ha sacado del ensimismamiento.

Al levantarse ha recogido sus cosas, ha tirado las toallitas usadas a la papelera y se ha dirigido al embarque renovado, con paso firme y con los zapatos bien limpios... Seguro que le esperan en casa y todo el mundo sabe, que no se puede llegar a casa con los zapatos así de sucios.

lunes, 15 de septiembre de 2014

Momentos

Ese momento en el que estás sentado en silencio, mirando al vacío, sin una idea fija en la que pensar. Ese momento en el que, al mismo tiempo que vas fijando el objetivo, negros nubarrones se van cerniendo sobre tu cabeza y te van haciendo fruncir el ceño, como si fuera la mirilla de un rifle que te sirve para apuntar y centrar toda tu rabia en un solo punto. Ese instante preciso en el que la tormenta se ha formado, tu objetivo está fijado y tu arma, tu rabia, está cargada. Y disparas, ves la trazada del disparo que con precisión milimétrica alcanza su objetivo. Y entonces te relajas, das una calada y te recuestas viendo como ese demonio se desmorona y muere.