domingo, 17 de mayo de 2015

Líder de garrafón

Hoy me ha dado por pensar y os voy a dar la chapa. La vida es dura, lo sé. 

Creo que cada día tengo una percepción distinta de lo que es twitter. Supongo que porque leo distintas visiones todos los días. También creo haber llegado a la conclusión de que hay un elemento común en todas las cuentas con muchos seguidores.

De una manera u otra, al alcanzar un número de lectores, la lengua se suelta, la mesura se pierde y la percepción de uno mismo cambia. De repente, un tipo anodino y vulgar, se ve jaleado por miles de personas. Cada palabra que dice tiene una repercusión difícil de asimilar. Piensa que su palabra es ley, que su opinión es la única con criterio, no necesita contrastar nada, él es la verdad. 

Y entonces llegan los problemas. Se siente fuerte, se cree imbuido de una magia especial, prueba la miel del poder y se transforma. Sus seguidores se convierten en infantería, incondicionales de que otro piense por ellos, incapaces se contrariar al nuevo mesías. Gente que hace el juego sucio al líder, con la esperanza de una mención, una señal de reconocimiento, de entrar en su grupo de elegidos. 

En ese momento el liderzuelo alcanza su clímax, machaca sin piedad al advenedizo que le contraría y sus huestes completan la humillación pública. Y francamente, no sé quién es peor, si el mesías de garrafón o los abnegados súbditos descerebrados. 

Lo triste es que estas actitudes hieren, dejan víctimas inocentes cuya única intención es corregir un error, aportar un dato, ser honestos. Y se encuentran en medio de una batalla cruenta de insultos y vejaciones sin motivo, de pensamientos únicos y razonamientos porque sí. Supongo que es el riesgo inevitable de entrar en este juego. 



Hala, ya está. Me voy que se me enfría el café.

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