Ese momento en el que estás sentado en silencio, mirando al vacío, sin una idea fija en la que pensar. Ese momento en el que, al mismo tiempo que vas fijando el objetivo, negros nubarrones se van cerniendo sobre tu cabeza y te van haciendo fruncir el ceño, como si fuera la mirilla de un rifle que te sirve para apuntar y centrar toda tu rabia en un solo punto. Ese instante preciso en el que la tormenta se ha formado, tu objetivo está fijado y tu arma, tu rabia, está cargada. Y disparas, ves la trazada del disparo que con precisión milimétrica alcanza su objetivo. Y entonces te relajas, das una calada y te recuestas viendo como ese demonio se desmorona y muere.
Y lo a gusto que se queda un@ después,no tiene precio!
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