Evidentemente yo no soy escritor, escribo a impulsos, o lo que es lo mismo, cuando siento la necesidad y las ganas. Por eso me gusta twitter, no necesito pensar. Veo algo que me sugiere una frase, da un par de vueltas en mi cabeza y sale por mis dedos hacia la pantalla. En la mayoría de los casos es un pensamiento inconexo, un destello fugaz de inspiración, una idea peregrina que busca aceptación en un mar de letras en permanente fuerte marejada. Un día llegaré a saber cuál es la maldita razón que me lleva a quererlo compartir con gente a la que no conoces de nada y a la que, por lo general, le importa un carajo.
Pero a veces, las ideas tienen una talla mayor que la implacable 140 de un tweet. Por lo que no sólo debes esperar que la gente se fije en uno, sino en varios tweets, lo que lo convierte en una misión casi imposible.
Todo esto viene con respecto a un momento de ésos que tuve hace un tiempo, si bien tuvo una aceptación notable para lo que es habitual entre mis piadas, la vida al segundo de esta red social hace que el mensaje que transmites llegue fragmentado y con el riesgo cierto de que esa fragmentación difumine o distorsione su sentido. De los cuatro o cinco tweets que componen tu pequeña arenga sólo uno de ellos se lleva el premio, lo cual me parece injusto para los otros tres o cuatro, pobres.
Esta es la sucesión que me ha llevado a escribir este post. Algo tan nuestro como arreglar el mundo en el bar, entre cañas y tapas. Y creo que, ahora que empieza la campaña electoral, vuelve a tener sentido.
Hoy en España, la población de analistas políticos supera ligeramente a la de entrenadores de fútbol.
Analistas y entrenadores, incapaces de memorizar el cumpleaños de sus hijos, pero sí sesudos análisis de otros que defienden como propios.
Analistas y entrenadores, incapaces de memorizar el cumpleaños de sus hijos, pero sí sesudos análisis de otros que defienden como propios.
Siempre seremos dos españas, siempre. Porque somos incapaces de admitir postulados de quien nos rebate por ser simplemente distintos.
Esa forma de negociar del "o estás conmigo, o estás contra mí" tan mediterránea como la dieta; planteada con las tripas, no con la razón.
La razón, esa gran ausente desde que Platón, Aristóteles y Sócrates, entre otros, pensaron por nosotros para marcar un camino que se perdió.
Pero quién soy yo para pensar que no sólo hay una forma de hacer las cosas bien, que es posible equivocarse o que la fe ciega, mata.
Y este es el enlace: https://twitter.com/Genosma/status/559617942389006337
No hay comentarios:
Publicar un comentario