... desde las que se ve un mundo.
Ésta, orientada al sur ligeramente inclinada al oeste, permite que, en días de sol, Madrid atardezca sobre mi ventana tiñendo de naranja la Gran Vía.
Me asomo a la ventana por puro gusto para observar el hervidero desde mi atalaya. Empezando por mi izquierda, la entrada a la Calle de la Montera, con su bocacalle abierta y siempre repleta de gente, frente a un paso de peatones muy ancho donde con una frecuencia marcada por semáforos, se desarrollan pequeñas batallas napoleónicas con dos bandos enfrentados queriendo conquistar la otra acera.
Sigo con la mirada los señoriales edificios que jalonan la calle, cada uno con su historia detrás. Algunos albergaron míticos locales, otros han cambiado su uso de viviendas a hotel, de hotel a oficinas... siguiendo los caprichos de modas y visionarios. Aunque la vida de esta calle siempre ha estado abajo, donde las tiendas, los cines, los cafés, el limpiabotas, los turistas, los paseantes.
Llego a la mitad de mi recorrido frente al antiguo Cine Avenida. Antes cine de postín donde presentaban los estrenos con su alfombra roja y sus estrellas, con sus cortes de tráfico y su gentío expectante y ahora convertido en otra insulsa tienda de ropa impersonal y sin estilo, en un señorial envoltorio para un contenido cutre. Al levantar la vista sobre la azotea puedo observar cúpula del reloj de la Puerta del Sol. Antes lo veía bien, pero ese banco verdoso decidió que el Palacio de la Música no era suficientemente espacioso y construyó una sala nueva sobre la azotea.
Por fin, orientándome hacia el oeste, se abre la Plaza del Callao, continuo deambular de gente y ocasional sitio de celebración de eventos desde su peatonalización. El Cine Callao, sitio donde se proyectó la primera película sonora en España, "El cantor de jazz" con sus pantallas escupiendo permanentemente anuncios de todo tipo, cervezas, coches, teatro, cine... Mientras, por encima de ellas, puedo ver el Teatro Real, la Almudena, el Palacio real y, al fondo, el Paseo de Extremadura.
Y al final de mi panorámica está el Capitol, ese edificio esquinero con su cartel de Schweppes multicolor. Uno de esos hitos sin los que la Gran Vía no sería lo mismo. Para mí, un privilegio.
no se si es vicio
ResponderEliminaro manía. A veces me gusta mirar las ventanas de otros sitios o a través de ellas
uno es mas observador desde una corniza o sobre el alfeizar
cuando niña me gustaba hasta hacerme alguna historia pero sin duda cuando habla de alguna ciudad ajena o lejana es cuandome gustan màs.
(otro cuento es cuando yo me armo alguna mirando a traves de una adivinando tras el cristal o la cortina quienes habitan el lugar
:)
Mi querida Jo:
EliminarTremenda la ilusión que me ha hecho que el primer comentario que me hacen venga de ti.
Gracias. ;-)