No estaba cómoda en la caja. Entre las paredes de madera aglomerada, marcada con el número 117/365 y envuelta por una gruesa capa de bolas de porexpán que la protegían y la sujetaban, un ligero mareo la emborrachaba por culpa del viaje y tenía ganas de salir de su habitáculo.
Tras un breve rato de silencio, empezó a oír ruidos a su alrededor. Puertas que se abren, lonas que se retiran, cajas que se mueven... Por fin le tocó el turno. Abrieron su caja a golpe de palanca... ¡CRAC!... ¡CRAC!... las bolas de porexpán se esparcieron por el suelo y el sol marcó sus contornos.
La transportaron con cuidado sobre un pequeño carro con ruedas. Tenía ganas de saber dónde la iban a colocar y fue feliz al observar que, esta vez, estaría al aire libre, sobre una pradera verde, rodeada de fuentes discretas. La colocaron con mimo, bien orientada, con una buena panorámica y en un lugar bien visible. Estaba muy contenta.
Pasaron los días, esos días primaverales de sol discreto que lo mismo te abrasas que te hielas, y un nuevo transporte llegó al museo. Después de un largo rato viendo cómo iban sacando bultos y cajas se fijó en una de ellas. Era un chico sentado tocando lo que parecía una guitarra de textura lisa y suave, color bronce y una peana proporcionada. Desde el primer momento deseó que la colocaran junto a ella y fue muy feliz cuando se dio cuenta de que así era. Viendo las dos figuras juntas daba la impresión que el tocaba para ella. Y así estuvo todo el verano.
El otoño se acercaba. Es tiempo de exposiciones temporales y otros eventos en el museo. Una tarde plomiza una pequeña grúa se acercó a su rincón. Dos operarios del museo ataron con cinchas la estatua, la colgaron del gancho y la grúa tiró arrancando al guitarrista del suelo dejando la huella cuadrada de la proporcionada peana que lo sostenía. Ella vio cómo se alejaba, el, su guitarra, su música, su compañía... Y comenzó a llover.
*Esta historia se inspira en esta foto. Os dejo la página de la autora... http://www.aliciamorenomartin.com